Parecía que todo estaba finiquitado para mí, pero no podía imaginarme que al llegar de la Facultad me enfundaría una faja y mi costal con mis zapatillas negras para sacar el paso del Santo Cristo Yacente, aunque sea por diez minutos para trasladarlo a la Casa Hermandad junto al palio de Nuestra Señora de la Soledad. En esos diez minutos, las sensaciones que he sentido son inexplicables.
A pesar de no oír ese Trío de Capilla que llevamos cada Sábado Santo, en mi cabeza se oía involuntariamente piezas como Saetas del Silencio, Cristum Factus Est o Nuestra Señora de la Soledad. A pesar de no haber salido este año como costalero en el Santo Cristo Yacente, Antonio Santiago y el Señor me brindaron esta pequeña aunque gran oportunidad por alguna razón en concreto. Un miembro del equipo de capataces y otro costalero nuestro me dijeron lo siguiente: "el hábito de nazareno lo vas a tener toda la vida, pero ser costalero no es para siempre por razones obvias...". Quizás me replantee en no sólo intentarlo en el Cristo de Burgos o en la Sagrada Mortaja.
Y este viernes, otra igualá, pero de una Cruz de Mayo, la de la calle Guadalaja o El Prendimiento, como queráis llamarle, donde se encuentran grandes amigos míos y que me metieron por la vida del costalero, justamente, por una llamada el mismo Domingo de Resurrección el mismo año pasado para ir a la igualá. Habrá que repetir, ¿no, señores?
Sé que esta foto tiene algún tiempo, pero no tengo ninguna de hoy y tenía que verme otra vez así.
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