sábado, 6 de diciembre de 2014

Misterios de la Semana Santa de Sevilla (II)

Dejando un poco de lado el tema de las Hermandades y Cofradías de Sevilla que han ocupado en gran parte las últimas entradas del blog, ya que a este paso nos quedaríamos sin argumento para escribir en él, en este nuevo artículo vamos a hacer un breve recorrido sobre algunas leyendas que rodean a algunas hermandades de la Semana Santa de Sevilla.

La leyenda de la Macarena

Fuente: Cofrades ABC de Sevilla

Esta conocida leyenda se remonta al rededor del siglo XVI, cuando Sevilla era una de las ciudades más importantes del mundo y un importante centro de comercio, ya que desde su puerto partían y llegaban grandes buques del Nuevo Mundo.

Según se cuenta, un viajero deambulaba por el Puerto de Sevilla pidiendo embarcar hacia América portando un pesado equipaje. Como el barco no zarparía en dos días tuvo que hacer noche en Sevilla y durante su breve estancia en la ciudad enfermó siendo trasladado al Hospital de las Cinco Llagas dónde finalmente murió. Al no tener nadie quién reclamara su equipaje, el hospital dispuso de él y al abrirlo apareció una bella efigie de la que con el tiempo se convertiría en la Virgen con mayor devoción de la Semana Santa sevillana: la Macarena.


Las monjas del hospital, se hicieron cargo de la imagen y al no encontrar altar para darle culto la guardaron en un lugar seguro. Años antes, cerca del hospital, se fundó una Hermandad que contaba sólamente con la imagen de un crucificado y decidieron hacerse con la imagen de una Virgen para darle culto bajo la advocación de la Esperanza pensando en la imagen que había en el Hospital.

 Tras duras negociaciones que duranron varios días, el hospital accedió a las pretensiones de esa Hermandad a cambio de un reloj y con la condición de que si la Virgen volviera a entrar en el hospital, éste recuperaría su titularidad. Finalmente la Hermandad se instaló en la iglesia de San Gil, dónde recibiría culto durante más de trescientos años hasta la construcción de la actual Basílica de la Macarena.

La leyenda de la Piedad de Santa Marina

Fuente: Página Web de la Sagrada Mortaja

Según una antigua tradición, un hombre perseguido por la justicia buscaba refugio encontrándolo en la iglesia de Santa Marina, en la actual calle San Luís, donde trató de esconderse. Este hombre se resguardó en la torre de dicha iglesia donde hizo un gran hallazgo, una pequeña escultura de Nuestra Señora de la Piedad. Por tal hallazgo, el perseguido se encomendó a esa imagen prometiendo obrar bien el resto de su vida. Esta imagen suscitó una gran devoción en esa iglesia, por lo que se fundó poco después la Hermandad de La Sagrada Mortaja.

Esta pequeña talla, que aún se conserva en la Sala de Juntas de esta Hermandad, procesionó hasta al rededor del año 1.670 cuando sería sustituida por el actual misterio atribuíido al escultor Pedro Roldán. La leyenda puede encontrarse en un azulejo a mano izquierda del patio del Convento de La Paz, donde reside actualmente la Hermandad de La Sagrada Mortaja.

La leyenda de "El Cachorro"

Esta leyenda quizá sea más conocida que las dos anteriores y ya se trató con anterioridad en la entrada dedicada a los imagineros Ruíz Gijón y Pedro Roldán, pero aquí os la traigo más desarrollada.

En el siglo XVII,  Sevilla continuaba siendo una de las ciudades más importantes a nivel internacional fruto de su posición privilegiada en el comercio con las Indias antes de que este monopolio se trasladase a Cádiz. En aquella época la Hermandad del Cristo de la Expiración encargó a uno de los más afamados imagineros de ese tiempo la hechura de un crucificado captado en el instante de morir. Ese imaginero cómo sabemos se trata de Ruíz Gijón.

En aquel entonces, vivía en Triana un gitano dedicado a la alfarería y al que apodaban como "el cachorro", del que decían que tenía fama de mujeriego. Esto despertó los celos de un campanero que juró matarlo como finalmente sucedió. Una noche, esperó al gitano en una esquina cuando salía de una taberna y se abalanzó sobre él empuñando un cuchillo con el que le apuñaló. Por casualidad el escultor Ruíz Gijón pasaba por allí justo en el instante en que el gitano falleció. 
 
Estos hechos dejaron muy impresionado al imaginero que tras múltiples intentos encontró la inspiración para ejecutar el rostro de la talla del crucificado.

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